Casi cualquier cosa puede desencadenar el hambre emocional. Algunos detonantes habituales son el estrés, los problemas de pareja o la incapacidad para gestionar las emociones.
Las personas que siguen dietas restrictivas o tienen un historial de dietas son más propensas a sentir hambre emocional.
Comer por motivos emocionales suele ser un comportamiento automático. Cuanto más a menudo se utilice la comida para sobrellevar la situación, más frecuente será el hábito.
El hambre emocional no es un trastorno alimentario en sí mismo. Sin embargo, puede ser un signo de una alimentación desordenada, que puede conducir al desarrollo de un trastorno alimentario.
No es necesario que te diagnostiquen un trastorno alimentario para buscar ayuda. Todo el mundo debería esforzarse por tener una relación sana con la comida.
Las emociones difíciles pueden provocar una sensación de vacío sentimental. La comida puede llenar este vacío temporalmente, ya que libera dopamina, una sustancia química del cerebro que nos hace sentir bien.
Los seres humanos desarrollamos fácilmente hábitos y rutinas relacionados con la comida. Si siempre comes cuando estás estresado, es posible que busques comida a la primera señal de estrés sin darte cuenta.
Las personas que experimentan hambre emocional pueden sentirse fuera de control ante ciertos alimentos y comer como una forma de intentar sentirse tranquilas. Si te sientes identificado, probablemente seas un comedor emocional.
Puede ser difícil cambiar un hábito como el de comer por motivos emocionales, pero no es imposible.
Un mal día en el trabajo o una pelea con tu pareja son problemas a corto plazo. Sin embargo, el hambre emocional también puede deberse a problemas más graves. Por ejemplo, estrés crónico, enfado prolongado y depresión. En última instancia, debes identificar y abordar el verdadero origen de tu hambre emocional.
Cada vez que te acerques a una máquina expendedora o a una despensa, pregúntate si realmente tienes hambre. Ser más consciente de tus niveles de hambre puede ayudarte a evitar picar en exceso y, en última instancia, a elegir mejor.
Cuanto mejor conozcas tus hábitos, mejor. Intenta llevar un registro de los momentos en los que comes, pero no tienes hambre física. Anota qué ocurría, cómo te sentías y qué emociones aparecían cuando comías.
Una vez que sepas qué es lo que te provoca el hambre emocional, piensa qué puedes hacer para controlar esas emociones. Por ejemplo, si te sientes aburrido, intenta pintar o salir a dar un paseo.
Mover el cuerpo puede ser una manera eficaz de controlar el estrés y la ansiedad. También es una forma estupenda de ayudar a controlar los desencadenantes emocionales subyacentes. Ni siquiera tiene por qué ser un entrenamiento intenso.
La planificación puede ayudarte a evitar comer en exceso si cumples los horarios de las comidas y, en algunos casos, de los tentempiés.
El mindfulness es la práctica de prestar atención al momento en el que te encuentras. Si el estrés, los estados de ánimo bajos o la ansiedad son factores que desencadenan el hambre emocional, las prácticas de mindfulness pueden ayudarte.
Asegurarte de que comes lo suficiente es un hábito importante. Si no has comido lo necesario antes, es posible que tengas más antojos a última hora del día. Si sueles tener hambre física durante el día, añadir más proteínas puede ayudarte.
Ser consciente de las señales del hambre física puede ayudarte a darte cuenta de cuándo tienes hambre emocional. Algunos signos de hambre física son el malestar estomacal o un descenso de los niveles de energía.
Comer demasiados tentempiés procesados puede elevar los niveles de cortisol, la hormona del estrés. Por eso es mejor cambiarlos por aperitivos saludables, como frutas y frutos secos.
Otra razón por la que deberías abastecerte de alimentos sanos es porque pueden ayudarte con el estrés y las emociones. Los alimentos procesados, por el contrario, pueden hacerte sentir peor. Por ejemplo, el té verde, blanco y matcha contienen un aminoácido llamado L-teanina, que puede ayudar a reducir los niveles de estrés.
Comer cuando estás distraído, por ejemplo con tus dispositivos electrónicos, significa que es más probable que comas en exceso. Si es posible, presta toda tu atención a la comida.
Las afirmaciones positivas y la autocompasión son herramientas que pueden ayudarte a lidiar con el hambre emocional. Una vez que seas más consciente de todos los pensamientos negativos que aparecen, puedes empezar a trabajar para cambiarlos.
Es más probable que cedas al hambre emocional si careces de una buena red de apoyo. Apóyate en la familia y los amigos. También existen grupos de apoyo oficiales.
No guardes en casa alimentos reconfortantes difíciles de resistir. Y si te sientes mal, pospón la compra hasta que te sientas mejor.
Si tienes un episodio de comer por hambre emocional, perdónate y empieza de cero al día siguiente. Intenta aprender de la experiencia y elabora un plan para evitar que vuelva a ocurrir.
Hacer cambios en tu alimentación puede ser difícil. Así que si sientes que te cuesta, no dudes en buscar ayuda profesional de un terapeuta o un nutricionista.
Fuentes: (Healthline) (Cleveland Clinic) (Mayo Clinic)
No te pierdas: Trucos básicos para cuidar tu alimentación
Si has hecho muchas dietas, puede resultarte difícil sintonizar con tus señales de hambre y saciedad. Pero es importante darse cuenta de cuando surgen.
Tener demasiada hambre puede hacerte sentir enfadado y esto, a su vez, puede llevarte a comer deprisa y más de lo necesario.
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Hambre emocional: señales y estrategias para manejarla
Te ofrecemos algunos consejos para combatir este problema
SALUD Comportamiento
¿Sueles correr a la despensa cada vez que te sientes deprimido o disgustado? No te preocupes: no eres el único. Es frecuente recurrir a la comida en busca de consuelo para afrontar situaciones y sentimientos difíciles. Se trata de una respuesta a los sentimientos, conocida como alimentación emocional, y todo el mundo lo hace alguna vez. Esto se debe a que comer activa el sistema de recompensa del cerebro, que nos hace sentir mejor. Sin embargo, aunque es natural tener una conexión emocional con la comida, utilizarla regularmente como mecanismo de escape puede ser un problema.
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