La genómica nutricional estudia la relación entre los genes y los nutrientes.
Asimismo, estudia el efecto de ambos en la salud y la enfermedad. Existen muchos componentes dietéticos y todos ellos influyen de manera diferente en el genoma humano, desde cómo se absorben los nutrientes hasta cómo se usan.
Ejemplo de ello es la intolerancia a la lactosa, la cual "se ve provocada por la disfunción de un gen que codifica la enzima lactasa". Sin lactasa no podemos digerir la lactosa. Esta reacción puede rastrearse hasta nuestros genes y la interacción con un nutriente específico.
El Proyecto Genoma Humano, el cual se llevó a cabo desde 1990 hasta 2003, permitió a los científicos generar la secuencia del genoma humano. Sin este avance, la genómica nutricional no existiría.
A raíz de este proyecto, la genómica nutricional se convirtió en un ámbito emergente que combina los elementos de la genómica, la nutrición, la bioinformática, la biología molecular, la epidemiología y la medicina molecular.
El objetivo final es entender los mensajes que ciertos alimentos envían a nuestros genes y sus consecuencias. "Si puedes entender el lenguaje de los genes y controlar los mensajes e instrucciones que le dan al cuerpo y al metabolismo, puedes cambiar por completo la forma en que la comida interactúa con tu cuerpo, perder peso y mejorar tu salud", escribió el doctor Mark Hyman en su libro Ultra-metabolism: the simple plan for automatic weight loss.
Todos tenemos unas interacciones genéticas y nutricionales específicas. Entenderlas es la clave para que podamos seguir una dieta a medida para cada uno de nosotros en función de cuál sea nuestro objetivo. Esto resulta especialmente prometedor en lo que a la gestión y prevención de enfermedades se refiere.
El ADN de cada persona es único, de ahí que conocer nuestra información genética pueda cambiar la forma en que comemos. Un nutriente puede tener varias expresiones genéticas en función de la persona.
Ejemplo de ello es cómo nuestro cuerpo metaboliza el colesterol, un proceso que cuenta con la gran influencia de un gen específico. Esto es muy importante, ya que parece haber una relación entre los niveles altos de colesterol LDL y las enfermedades cardiovasculares.
No todos los genes reaccionan de la misma manera al colesterol. Dos personas pueden responder de forma diferente a los mismos cambios dietéticos y a cómo estos afectan a sus niveles de colesterol. Un estudio halló un vínculo entre un gen denominado Sestrin1 y su capacidad para detener la síntesis del colesterol en el hígado.
La obesidad se ha vinculado a varias condiciones médicas, como la diabetes tipo 2 y las enfermedades cardiovasculares. Es uno de los mayores problemas de salud del mundo desarrollado.
Las variantes de la proteína asociada a la masa grasa y la obesidad, también conocida como gen FTO por sus siglas en inglés, influyen en nuestro metabolismo y, por consiguiente, en el control del peso y la composición corporal.
Las pruebas nutrigenómicas pueden arrojar información sobre las probabilidades que tenemos de desarrollar ciertas enfermedades y, por lo tanto, ayudarnos a prevenirlas.
Los genes también pueden indicar tu antojo de dulce, de ahí que puedan ser útiles para prevenir la diabetes tipo 2. Lo mismo se aplica a cómo respondes a la cafeína, por ejemplo.
Está demostrado que los químicos presentes en los envases también influyen en nuestros genes. Por ejemplo, el bisfenol A (también conocido como BPA) es uno de los principales culpables, ya que "ataca a los marcadores genéticos esenciales para el desarrollo, el crecimiento y la fertilidad".
Los aditivos alimentarios son muy comunes. Algunos de ellos, como el folato (el cual se utiliza para enriquecer el pan y los cereales), pueden estar relacionados con los casos de cáncer de colon en los países occidentales.
Aunque esto tiende a ocurrir en circunstancias específicas, entre las que se incluyen la ausencia de otros micronutrientes (p. ej. deficiencia de vitamina B12). Se ha teorizado que esto ocurre porque afecta a las vías genéticas que controlan el crecimiento.
Los investigadores del Centro de Investigación Biomédica de Cambridge descubrieron cerca de 300 mutaciones de un gen cuya labor es regular el apetito. Se lo conoce como MC4R.
El estudio, que contó con la participación de medio millón de voluntarios, descubrió que las personas naturalmente delgadas que presentaban pequeños cambios en el gen MC4R eran capaces de controlar su apetito y, por lo tanto, de no engordar.
Sabemos que el apetito puede verse condicionado por los genes, ¿pero por qué hay alimentos que adoramos y otros que detestamos? ¿Estamos programados genéticamente para tener ciertas preferencias? Hasta cierto punto, sí.
Puede que alguna vez hayas escuchado a alguien decir que el cilantro sabe a jabón. Y no es una exageración: ¡hay personas a las que de verdad les sabe así! Esto es el resultado de una mutación genética que afecta a un pequeño porcentaje de gente.
Aunque nuestros genes no son el único factor que influye en nuestras preferencias. La edad y las hormonas también provocan cambios en nuestras papilas gustativas.
La genómica nutricional es una ciencia en expansión, ¿pero cómo puede acabar influyendo en la industria alimentaria si se vuelve un aspecto esencial de nuestras vidas? A medida que este campo avanza, puede que vayamos viendo cambios en las etiquetas de los alimentos.
Los alimentos con aditivos y enriquecidos con ciertos nutrientes, por ejemplo, probablemente pasarán a estar etiquetados como tal de una forma más obvia para los consumidores.
Las pruebas de ADN nutrigenómicas pueden realizarse pasando un hisopo por el interior de la boca.
Aunque los resultados tienden a ser precisos, "no hay que olvidar que indican el potencial para desarrollar ciertas enfermedades o la forma en la que el cuerpo probablemente reaccionará a los nutrientes. Ser genéticamente propenso a algo no quiere decir que ese algo vaya a ocurrir", recuerda la dietista Devon Peart.
Algunas empresas ya ofrecen pruebas genéticas, pero siempre es mejor someterse a ellas bajo la supervisión de un profesional. Un dietista certificado con formación en el campo de la genómica nutricional puede ayudarte a interpretar los resultados y a preparar una dieta que se ajuste a tus necesidades.
A todos nos gusta la certidumbre. Conocer nuestros genes y cómo reaccionan a ciertos ingredientes, o saber si somos propensos a desarrollar una enfermedad u otra, puede motivarnos a cuidarnos mejor.
No hay que olvidar, sin embargo, que la genética solo es un factor en lo que a la salud general se refiere. Una predisposición genética no es ni una cura ni una sentencia. El estilo de vida también juega un papel decisivo, lo que incluye la dieta, el ejercicio y el sueño.
La genómica nutricional puede ayudar a adaptar la nutrición a nuestras necesidades personales, pero no es una garantía ni un sustituto de la experimentación en lo que a dieta, ejercicio y otras elecciones de estilo de vida se refiere.
Fuentes: (Journal of Food Science and Technology) (Cambridge Biomedical Research Centre) (The Conversation) (Cleveland Clinic) (Health Digest) (BioMed Central) (Medical News Today)
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¿Será la genómica nutricional el futuro?
SALUD Genómica nutricional
¿Sabías que los genes juegan un papel importante en cómo procesamos los nutrientes? ¿O que no todos los nutrientes afectan igual a los genes? ¿Podemos usar esta información en nuestro beneficio? ¿Es posible determinar si tenemos una predisposición genética o no a ciertas enfermedades? Si así fuese, ¿cómo podemos adaptar nuestra dieta para disfrutar de una mejor salud? Puede que la genómica nutricional tenga la respuesta a todas estas preguntas. Acompáñanos a explorar esta rama científica que estudia la relación entre los genes y los nutrientes, así como su efecto en nuestra salud. ¡Adelante!