Está en nuestra naturaleza humana querer huir de las emociones negativas. Parece que estamos programados para creer que el enfado, el resentimiento, la tristeza y la decepción son cosas malas que no sirven para nada.
Al igual que la mayoría de personas, probablemente te dirías a ti mismo que no importa y que lo mejor es pasar página sin darle muchas vueltas al asunto.
Esta es una reacción muy normal: la mayoría tendemos a evitar las emociones negativas y a castigarnos si las experimentamos.
Aunque solemos considerar que ver el lado positivo de las cosas es algo bueno e incluso admirable, los estudios demuestran que aceptar las emociones negativas tiene su importancia.
Permitirnos experimentar emociones negativas sin juzgarnos puede tener muchos beneficios para nuestra salud, tanto física como mental.
Hay muchas pruebas que apuntan a que avergonzarnos de estas emociones negativas es perjudicial para nuestro bienestar general.
En su libro Vita Segreta Delle Emozioni (la vida secreta de las emociones), la filósofa italiana Ilaria Gaspari (foto) escribe acerca de cómo suprimir estas emociones puede acabar reforzándolas.
"Me llevó mucho tiempo entender que ser emocional no significa ser inestable o estar desequilibrado, sino estar vivo y mostrarse abierto y vulnerable a la experiencia del mundo", dice en su libro.
Hay varios estudios que respaldan la reflexión de Gaspari. Uno de ellos, llevado a cabo en la Universidad de California en Berkeley, contó con la participación de 1000 personas a las que les preguntaron cómo de a menudo se avergonzaban de sus emociones.
Los resultados mostraron que los participantes que se machacaban a sí mismos por experimentar emociones negativas eran más propensos a tener síntomas de ansiedad y depresión.
Por otro lado, los que aceptaban sus emociones negativas sin juzgarse a sí mismos tendían a disfrutar de una mejor salud mental.
El escritor científico David Robson está interesado en las emociones negativas y en cómo el reconocimiento y aceptación de su valor pueden influir positivamente en nuestra salud física y mental.
Pensemos en la decepción, por ejemplo. La mayoría estaremos de acuerdo en que es una sensación muy desagradable que nos gustaría evitar a toda costa.
Sin embargo, en lugar de huir de ella, podríamos reconocer que nos ayuda a aprender de nuestros errores. De esa forma cambiaríamos nuestra respuesta física a esta emoción.
En un artículo para la BBC sobre este asunto, Robson citó un estudio dirigido por el Instituto Max Planck de Berlín. En él se pidió a los participantes que clasificasen varias emociones, tales como el enfado o el nerviosismo.
También se les hicieron preguntas que, al responder, demostraban cuánto valoraban cada emoción. Los resultados fueron de lo más ilustrativos.
En líneas generales, los participantes que reconocían el valor positivo de las emociones negativas obtuvieron puntuaciones más altas en lo que a su salud física y mental se refería.
Estos participantes presentaban una mayor fuerza muscular, así como un menor riesgo de desarrollar diabetes o enfermedades cardiovasculares (entre otras cosas).
Robson también aportó otras pruebas que apuntaban a que aceptar los beneficios de las emociones negativas podía reducir sus efectos. Tomemos la ansiedad como ejemplo.
La ansiedad tiene mala fama por distraernos y mermar nuestra capacidad para completar tareas difíciles. Esto ha llevado a muchas personas a creer que el éxito solo ocurre cuando estamos relajados.
Sin embargo, los estudios demuestran que ver la ansiedad como una fuente de energía puede ayudar a mejorar nuestro rendimiento a corto plazo y a reducir el riesgo de desgaste a la larga.
El enfado es otro ejemplo. Solemos asumir que esta emoción nos hace perder los papeles y que solo tiene consecuencias negativas.
Sin embargo, si vemos el enfado como una emoción capaz de empoderarnos y ayudarnos a ser más decisivos, podemos utilizarla para mejorar nuestra capacidad de negociación, por ejemplo.
A pesar del estudio del Instituto Max Planck, los científicos de momento solo están empezando a descubrir la punta del iceberg en lo que a nuestra actitud hacia las emociones negativas y su repercusión en nuestra salud física se refiere.
No obstante, los estudios acerca de los efectos fisiológicos de aceptar nuestras emociones son prometedores. Cuando experimentamos emociones negativas, los niveles de las hormonas como el cortisol fluctúan.
Estas fluctuaciones son importantes para preparar el cuerpo en caso de peligro inminente, pero si las experimentamos durante mucho tiempo pueden acabar desgastándonos.
Aceptar las emociones para reconocer su valor inherente puede ayudarnos a reducir los niveles de estrés y a recuperarnos más rápido.
Con esto no estamos queriendo decir que los trastornos graves del estado de ánimo como la ansiedad o la depresión puedan curarse solo teniendo una buena actitud ni que quienes los sufren no deban solicitar ayuda profesional.
No obstante, la próxima vez que estés de bajón, ¿por qué no pruebas a ver tus emociones desde una perspectiva positiva? ¡Puede que los resultados te sorprendan!
Fuentes: (BBC)
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ESTILO DE VIDA Psicología
Cuando pensamos en las emociones humanas, las negativas (es decir, la tristeza, la decepción, el enfado, etc.) son las que peor reputación tienen, por lo que siempre intentamos librarnos de ellas lo antes posible. Aunque se trata de una tendencia muy natural por la que todos nos inclinamos de vez en cuando, los estudios apuntan a que estas emociones negativas también tienen su valor. Si quieres descubrir cuáles son sus sorprendentes beneficios, ¡sigue leyendo!