La Edad Media o medievo duró, aproximadamente, desde finales del siglo V hasta finales del XV. Ya en el siglo X, la población europea había aumentado drásticamente, lo que hizo que las ciudades como París (en la imagen) experimentasen un crecimiento exponencial.
Londres, sin embargo, pasó a ser el centro del comercio europeo. Cerca de 80.000 ciudadanos se agolpaban dentro de las antiguas murallas romanas.
El Londres medieval era un laberinto de callejuelas. Las casas, la mayoría hechas de madera, también eran estrechas y alcanzaban, como máximo, las cuatro plantas de altura.
Las condiciones de las viviendas eran básicas y ofrecían muy pocas comodidades que hoy en día consideramos esenciales.
Los habitantes, al vivir tan juntos en espacios tan estrechos, probablemente olerían de todo menos bien. Los piojos y las moscas, sin duda, estarían encantados.
Pocos se molestaban en asearse con regularidad y en tener más de un conjunto. Básicamente, la noción de la higiene personal no existía.
Los habitantes del Londres medieval, al igual que los de París, Venecia y otras ciudades europeas, se servían de los ríos para abastecerse de agua dulce y cubrir sus necesidades... Pero también para deshacerse de cualquier tipo de desechos. Básicamente, el agua debía de ser absolutamente nauseabunda.
Muy pocas ciudades medievales tenían algo parecido a un sistema subterráneo de alcantarillado. El saneamiento era algo que se reservaba para los ricos.
Para deshacerse de los excrementos, se utilizaban fosas sépticas. Si no se disponía de ellas, el río era el lugar perfecto para hacer de vientre.
Cruzarse con cuerpos en descomposición por el río era algo habitual, así como con cadáveres de perros y gatos.
Se estima que en una ciudad medieval con una población de 10.000 habitantes se generaban unos 900.000 litros de excrementos y cerca de 3 millones de litros de orina al año. ¡Y a todo esto también había que sumarle los excrementos de los caballos y el ganado!
De hecho, las calles eran un lugar tan bueno como cualquier otro para arrojar excrementos. Las personas solían tirar el contenido de sus bacinillas por las ventanas o, casi peor, entrañas de animales.
De vez en cuando, algunas personas tenían la poco envidiable labor de retirar los excrementos de las letrinas y las fosas sépticas. A pesar de sus esfuerzos, muchos de los desechos acababan en el río.
El proceso de curtir pieles para producir cuero era muy popular en la Europa medieval. Y sí, lo has adivinado: también era asqueroso. Para curtir las pieles se utilizaba una peligrosa mezcla de cal alcalina, orina, excrementos de perro e incluso cerebros de animales machacados.
Los mercados al aire libre atraían a cientos de personas y eran espacios donde la higiene también brillaba por su ausencia. Los lugares como el mercado Billingsgate de Londres estaban plagados de basura, pescado podrido, moscas y excrementos de animales. Sobra decir que toda la mercancía se manipulaba y entregaba sin que nadie se lavase las manos.
Los negocios tradicionales como la herrería tampoco contribuían, ya que de las forjas salían todo tipo de gases tóxicos que contaminaban el aire.
Y, para colmo, los ahumaderos desprendían un humo enfermizo que se adhería a todas las superficies, dejando un olor permanente.
El mero hecho de cocinar con fuego ya generaba una gran cantidad de humo y ceniza capaz de ensombrecer el mismo Sol.
Para sorpresa de nadie, estas ciudades no tardaron en ser pasto de la enfermedad. La muerte estaba muy presente en el medievo, ya que el índice de mortalidad se disparaba en las urbes, sobre todo entre los infantes, lo que suponía un grave problema para quienes tenían que deshacerse de los cuerpos. La putrefacción y la falta de espacios adecuados para enterrar los cadáveres hacían que la muerte fuese un asunto peligroso para los vivos.
Los insectos, parásitos y microbios proliferaban y creaban "miasmas", es decir, un aire pútrido invisible o en forma de niebla.
La difteria, el sarampión, la tuberculosis, la lepra, el tifus, el ántrax y la viruela estaban a la orden del día en esta época. Pero la Europa medieval no estaba preparada para la que se le venía encima...
Las ciudades europeas estaban infestadas de ratas, las cuales portaban pulgas que acabaron por desatar uno de los mayores estragos jamás vividos en territorio europeo: la peste negra.
La gente pronto empezó a tener fiebre alta, escalofríos, dolores de cabeza y debilidad. La tos, los vómitos y los mareos también estaban entre los síntomas de la enfermedad.
Pronto, millones de personas sucumbieron ante esta pandemia que asoló Europa.
Muchas zonas de ciudades como Londres, París y Colonia se convirtieron en lugares de entierro.
Los guisos de ternera y cordero y las verduras como la col y el puerro eran la base de la dieta medieval. El abastecimiento de carne, sin embargo, contribuía enormemente a la falta de higiene de las ciudades.
Los mataderos eran famosos por la suciedad que generaban. Si bien los líquidos corporales y el pelo podían limpiarse con agua, las cabezas y las entrañas de los animales simplemente se tiraban a la calle. Por otro lado, los carniceros a veces hacían el trabajo de los mataderos y también tiraban las partes que no necesitaban o que no podían vender a unas alcantarillas ya colapsadas.
En 1666, un terrible incendio asoló gran parte de Londres. Irónicamente, esta tragedia hizo que la ciudad pasase a ser un lugar más limpio y seguro. Su renacimiento sirvió de inspiración para muchas otras urbes europeas.
Fuentes: ('The History of London') (University of California Press)
Ver también: ¿Cómo sobrevivía la gente al invierno en la Edad Media?
La incapacidad de los médicos para lidiar con las heridas comunes hizo que los cirujanos empezasen a tomar medidas desesperadas para diagnosticar y tratar hasta las enfermedades más leves, lo que no hacía más que contaminar el entorno.
Calles llenas de heces humanas y entrañas animales, ríos rebosantes de cadáveres, un aire cargado de microbios mortales y un olor nauseabundo a muerte y putrefacción: ¡bienvenido a una ciudad medieval estándar! La vida urbana en la Edad Media era increíblemente sucia y apestosa. La superpoblación, unida a una falta total de servicios públicos y a un entorno absolutamente antihigiénico, era el caldo de cultivo perfecto para la enfermedad. Sin embargo, aunque por todos es sabido que la higiene brillaba por su ausencia, ¿por qué era tan terrible y peligroso vivir en una ciudad medieval? Si quieres saberlo, respira hondo y aventúrate en esta galería.
Ciudades medievales: descubre cuán insalubres eran realmente
No fue una época precisamente impoluta
ESTILO DE VIDA Edad media
Calles llenas de heces humanas y entrañas animales, ríos rebosantes de cadáveres, un aire cargado de microbios mortales y un olor nauseabundo a muerte y putrefacción: ¡bienvenido a una ciudad medieval estándar! La vida urbana en la Edad Media era increíblemente sucia y apestosa. La superpoblación, unida a una falta total de servicios públicos y a un entorno absolutamente antihigiénico, era el caldo de cultivo perfecto para la enfermedad. Sin embargo, aunque por todos es sabido que la higiene brillaba por su ausencia, ¿por qué era tan terrible y peligroso vivir en una ciudad medieval? Si quieres saberlo, respira hondo y aventúrate en esta galería.