El orden de nacimiento hace referencia a la clasificación de los hijos en función de su edad, lo que puede hacer que sus padres les asignen (o no) unos papeles en concreto.
Según algunos investigadores, la dinámica entre hermanos, las expectativas de los padres y las diferencias entre los hijos pueden culminar en características y comportamientos distintivos.
Los psicólogos suelen prestar atención al orden de nacimiento a la hora de analizar el desarrollo de un niño, sus patrones conductuales y sus características personales.
A principios del siglo XX, el psiquiatra Alfred Adler fue el primero en proponer la idea de que el orden de nacimiento podía influir en la personalidad de los niños.
Según él, los primogénitos eran más responsables, los del medio buscaban llamar más la atención y los pequeños eran los rebeldes.
No obstante, aunque la teoría de Adler es popular, no está universalmente aceptada. En última instancia, cada persona es única y presenta unos puntos fuertes y débiles independientes del orden de nacimiento.
En lo que al hijo mayor respecta, Adler teorizó que este recibe más tiempo y atención por parte de los padres al principio de su vida.
A los primogénitos a menudo se los tilda de líderes que pueden presentar características típicas de los "alfa", lo que les hace ser exigentes y ambiciosos.
Sin embargo, tienden a perder la atención de sus padres en pro de sus nuevos hermanos. También se espera de ellos que se conviertan en cuidadores.
Por otro lado, los padres pueden haber sido más estrictos y cautelosos con ellos desde el principio en comparación con sus hermanos. Esto significa que los hijos mayores serían los más maduros y responsables.
Los hijos medianos podrían sentirse eclipsados por los mayores, lo que les llevaría a buscar atención fuera del entorno familiar.
Podrían convertirse en personas complacientes o conciliadoras que acaben mediando entre los hermanos mayores y los pequeños.
Aunque suelen ser flexibles e independientes, pueden llegar a sentirse ignorados en comparación con sus hermanos. Esto, a su vez, puede dar pie a celos o inseguridades.
Los hijos medianos pueden tener una vena rebelde, ya que pueden presentar una menor autoestima, tener miedo al rechazo o acabar delinquiendo.
El hijo pequeño o el bebé de la familia suele considerarse el más mimado de todos.
Para cuando se incorpora a la familia, los padres ya suelen estar mucho más ocupados (e incluso más relajados respecto a la crianza de los hijos) que antes.
Los hijos pequeños suelen ser los más atrevidos y divertidos, ya que tienden a tener una libertad de la que sus hermanos mayores no pudieron disfrutar.
La teoría de Adler sugiere que los hijos pequeños son más sociables y encantadores, aunque también pueden pecar de rebeldes e indisciplinados.
Los hijos únicos se diferencian de los otros, ya que no tienen que compartir la atención de sus padres con nadie más.
No obstante, los hijos únicos suelen presentar varias similitudes con los hijos mayores. Pueden recibir mucha atención de sus cuidadores, lo que puede dar pie a tendencias perfeccionistas.
Los hijos únicos pueden ser maduros para su edad. Al no tener hermanos, puede que no pasen tanto tiempo con otros niños y que no les quede más remedio que relacionarse con adultos.
Los hijos únicos suelen considerarse atentos, diligentes, maduros, sensibles y autosuficientes. También pueden sentirse más cómodos cuando están solos.
El orden de nacimiento puede influir en los vínculos que estableces con los demás y en tu manera de comportarte en una relación.
Si hablamos de dos hermanas, la pequeña suele sentirse más empoderada, mientras que la mayor tenderá a centrarse más en tener éxito. Asimismo, es probable que asuma un rol maternal con respecto a la pequeña.
Si hablamos de dos hermanos, suele darse el caso contrario. El mayor tiende a meterse con el pequeño, lo que hace que este se sienta más inseguro.
Cuando se trata de un hermano y una hermana tiende a haber menos rivalidad, pero cada caso es único.
También se dice que el orden de nacimiento influye en la comunicación, ya que los primogénitos suelen ser más directos, los hijos medianos más complacientes y los pequeños más graciosos y encantadores.
Los hijos mayores tienden a adoptar el papel de cuidadores, lo que puede traerles problemas en sus relaciones personales más adelante. Los hijos medianos suelen ser flexibles y de trato fácil, mientras que los pequeños se caracterizan por ser menos rígidos respecto al rol que desempeñan.
Los hijos mayores suelen tener grandes expectativas, tanto propias como ajenas, lo que puede hacer que se muestren críticos con quienes no las cumplen. Los hijos medianos tienden a tener unas expectativas más equilibradas y los pequeños suelen comportarse de manera más vaga y libre.
No obstante, cabe señalar que la posición que se ocupa dentro de la familia no es lo único que determina la personalidad. El número de hermanos y la diferencia de edad son solo algunos de los muchos factores que pueden anular algunos de los efectos del orden de nacimiento.
Fuentes: (Verywell Mind) (Psych Central) (Better Health)
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¿Eres el hijo mayor, el mediano o el pequeño?
ESTILO DE VIDA Psicología
En una familia, el orden de nacimiento hace referencia al lugar que ocupas en relación con tus hermanos (p. ej. primogénito) o a si eres hijo único. ¡Y existen un montón de estereotipos al respecto! Que si el hijo mayor es un mandón, que si el del medio es el conciliador, que si el pequeño es un consentido que siempre se sale con la suya... Y de los hijos únicos se suele decir que son más egoístas e independientes. Sin embargo, ¿entrañan algo de verdad estas afirmaciones o no son nada más que generalizaciones? Si quieres saber la respuesta, ¡haz clic para seguir leyendo!