María I de Inglaterra, también conocida como María la Sanguinaria, ha pasado a la historia como una monarca despiadada que no solo subió al trono contra todo pronóstico, sino que también sembró un reinado de terror que eclipsó todos los otros aspectos de su legado. No obstante, su vida fue mucho más compleja de lo que se cuenta y esta reina fue mucho más que una tirana consumida por la violencia y el fervor religioso. Su historia nos habla de ambición y resistencia en un panorama de agitación religiosa y fuertes rivalidades políticas. Si su reinado no fue más sangriento que el de otros Tudor que la precedieron y sucedieron, ¿por qué se la recuerda como una persona tan horrible? Haz clic para descubrirlo.
Los primeros años de vida de María estuvieron marcados por el esplendor de la corte. El fruto del matrimonio entre Enrique VIII y Catalina de Aragón y Castilla nació el 18 de febrero de 1516 y, a ojos de todo el mundo, creció siendo una niña querida.
En 1518, cuando María tenía dos años, se concertó su matrimonio con Francisco II de Francia (imagen), quien tenía su misma edad. Sin embargo, el compromiso se canceló al cabo de tres años, en 1521.
Cuando María era adolescente, su padre quedó prendado de Ana Bolena (imagen), lo que le llevó a divorciarse de Catalina y a desvincularse de la Iglesia católica. María perdió su estatus, pasó a ser considerada ilegítima y se la separó de su madre.
Aunque Enrique VIII acabó por devolverle sus títulos y reconocimiento, esta tuvo que hacer frente a las brutales intrigas de la corte y a la presencia de tres madrastras. Asimismo, su fe católica chocaba de frente con el protestantismo de su hermano Eduardo VI.
Cuando Eduardo VI subió al trono en 1547, sus agresivas reformas protestantes no fueron bien recibidas por la gran población católica de Inglaterra. Asimismo, a pesar del descontento religioso por parte del pueblo, Eduardo intentó trabar la subida al trono de su hermana haciendo que Juana Grey ocupase su lugar.
Las estratagemas de María le valieron el apoyo de los nobles, quienes lograron que tanto ella como su hermana, la futura Isabel I, ganasen poder.
Como primera reina de Inglaterra, María hizo frente a muchos problemas de género. Tuvo que demostrar que podía gobernar de forma independiente, al contrario que sus antecesoras que ejercieron como consortes. Su reinado priorizó el restablecimiento del catolicismo, algo que no sentó bien a la población protestante.
María luchó fervientemente por revivir el catolicismo. Sus primeros pasos fueron cautelosos, pero a medida que la tensión aumentaba, también lo hicieron sus medidas. A lo largo de sus cinco años de reinado, quemó a cerca de 280 protestantes en la hoguera, marcándolos como herejes.
Aunque este castigo era terrible, la Inglaterra de los Tudor estaba acostumbrada a este tipo de medidas, entre las que se incluían los ahorcamientos, los ahogamientos y las desmembraciones. A la vista de estas penas, las ejecuciones ordenadas por María, a pesar de su mala fama, tampoco estaban fuera de tono.
Su matrimonio con Felipe II de España alimentó la xenofobia e hizo que muchos asociasen su política religiosa con la influencia extranjera. A pesar de su deseo de que Inglaterra fuese un país católico, su alianza levantó sospechas y mermó su popularidad, algo que sin duda menoscabó aún más su reputación.
La unión con Felipe fue complicada. Aunque se la suele representar como una relación unilateral, la elección de María fue pragmática, ya que lo que ella buscaba era preservar el equilibrio entre la nobleza inglesa. Sin embargo, el resentimiento que había hacia ella aumentó debido a la xenofobia y a los rumores en torno a la Inquisición y la crueldad de los españoles.
En la época de María, la herejía se veía como una amenaza a la estabilidad social y estaba al mismo nivel que la traición. Este miedo justificaba la aplicación de duros castigos. Los consejeros de María creían estar protegiendo a las almas de la perdición, por lo que, a ojos de ellos, la ejecución era una necesidad moral.
La ejecución de los herejes protestantes tenía por objetivo disuadir a la población, pero tuvo el efecto contrario. El protestantismo no solo resistió, sino que se hizo más fuerte. Muchos estaban listos para morir por sus creencias y la empatía por las víctimas creció. La brutalidad de María fue lo que cimentó su reputación de tirana.
La coexistencia de diversas creencias religiosas era algo intolerable en el siglo XVI. La sociedad estaba muy polarizada, por lo que había mártires y opresores por doquier. La posición inamovible de María en cuanto al catolicismo es un claro ejemplo de la intransigencia que no solo afectaba a Inglaterra, sino a toda Europa.
Durante su tiempo en el trono, el padre de María ejecutó a decenas de miles, a veces de forma incluso más cruel que ella. La sucesora de María, Isabel I, también recurrió a medidas bárbaras. Sin embargo, fue a ella a quien apodaron "la Sanguinaria" debido al poder de la propaganda histórica.
Aunque 280 personas murieron quemadas bajo su mandato, Enrique VIII e Isabel I ejecutaron a miles. Incluso Eduardo VI aplastó las revueltas de forma violenta, matando a miles de católicos en el proceso. El número de víctimas de María palidece en comparación, pero la historia la recuerda como una monarca sedienta de sangre a pesar de no haber sido tan letal como sus familiares.
La imagen de María también está muy distorsionada por el machismo. Sus opositores la consideraban débil y despiadada. Arremetieron contra ella por ser demasiado piadosa y, a la vez, excesivamente vengativa. Estas opiniones contradictorias se debían en gran parte al hecho de que era una mujer, lo que hizo que muchos la vilipendiasen.
En 1554, tan solo unos meses después de casarse, María anunció que estaba embarazada. Sin embargo, esto resultó ser falso, lo que fue un desastre tanto público como privado. El entusiasmo por la llegada al mundo de un heredero, seguida de la decepción por su ausencia, erosionó la confianza en el reinado de María.
Cuando Felipe se fue de Inglaterra un año después de casarse, empezó a correr el rumor de que había abandonado a María, pero la situación era mucho más compleja. A ser un príncipe español con deberes en el extranjero, su ausencia era de esperar. Sin embargo, esto hizo que muchos viesen a María como una mujer indefensa y malquerida, lo que fortaleció su supuesta vulnerabilidad.
Tras su embarazo psicológico y el supuesto abandono de Felipe, empezaron a circular rumores de que María estaba vieja y de que tenía un aspecto poco atractivo. Esto la humilló aún más y eclipsó sus logros políticos y administrativos.
A principios de 1554, se aplastó rápidamente una rebelión contra el reinado de María encabezada por Thomas Wyatt. Su hermana, Isabel, fue encarcelada en la Torre de Londres bajo sospecha de involucración, pero no se encontraron pruebas de su participación.
En 1563, el historiador John Foxe publicó El libro de los mártires, donde inmortalizó el reinado de María como un periodo de terror. Con sus ilustraciones sangrientas y relatos estremecedores, este texto protestante definió la identidad inglesa y desprestigió a María a ojos de las futuras generaciones.
El libro de Foxe garantizó que la reputación de la monarca quedase menoscabada por la persecución religiosa. Sus descripciones detalladas convirtieron sus quemas en atrocidades inolvidables. Esta exageración de los hechos le vino de perlas a Isabel durante su reinado.
Isabel I se fue distanciando poco a poco del fervor religioso de su hermana e hizo parecer que sus persecuciones católicas estaban motivadas por intereses políticos en vez de religiosos. Este abordaje calculado le ayudó a proteger su imagen, presentándose al mundo como una monarca más piadosa y pragmática (a pesar de que su reinado no estuvo exento de crueldad).
Las ejecuciones de católicos a manos de Isabel fueron terribles y a veces incluían desmembraciones, aunque no se recuerdan con tanto rechazo como los castigos de María. Este doble rasero pone de relieve cómo se manipularon las historias de las monarcas para enfatizar el victimismo protestante y retratar a los católicos como villanos.
En 1558, María estaba cada vez más débil y enferma. Al no tener heredero, se vio obligada a designar a Isabel como su sucesora. Murió el 17 de noviembre de 1558 y muchos historiadores han achacado su fallecimiento a quistes ováricos o a cáncer de cérvix. Su cuerpo se enterró en la abadía de Westminster y ahora comparte tumba con Isabel.
El reinado de María no solo estuvo marcado por la lucha religiosa. También llevó a cabo reformas financieras significativas, financió exploraciones y reforzó la armada. Estas iniciativas fueron el pilar del posterior éxito de Isabel, aunque rara vez se reconoce el papel que jugó su hermana en la prosperidad de Inglaterra.
María fue inflexible pero también obstinada; se movió por un mundo de hombres con convicción y su determinación por restablecer el catolicismo fue su punto tanto fuerte como débil. Cometió errores y, sin embargo, su resiliencia y agudeza política estaban muy adelantadas a la época.
María sigue siendo una pionera en la historia de Inglaterra. Fue hija, hermana y esposa de reyes, pero también fue una monarca de pleno derecho. Su reinado, plagado de desafíos, fue clave y redefinió el futuro de las mujeres a la cabeza de la Corona.
Fuentes: (Britannica) (Smithsonian Magazine) (Royal Museums Greenwich)
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Intrigas y poder: la fascinante vida de María la Sanguinaria
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María I de Inglaterra, también conocida como María la Sanguinaria, ha pasado a la historia como una monarca despiadada que no solo subió al trono contra todo pronóstico, sino que también sembró un reinado de terror que eclipsó todos los otros aspectos de su legado. No obstante, su vida fue mucho más compleja de lo que se cuenta y esta reina fue mucho más que una tirana consumida por la violencia y el fervor religioso. Su historia nos habla de ambición y resistencia en un panorama de agitación religiosa y fuertes rivalidades políticas. Si su reinado no fue más sangriento que el de otros Tudor que la precedieron y sucedieron, ¿por qué se la recuerda como una persona tan horrible? Haz clic para descubrirlo.