Los cuerpos humanos están programados para experimentar estrés más o menos de la misma forma, pero nuestras emociones y nuestro comportamiento pueden variar considerablemente. Los niños no canalizan el estrés de la misma manera que los adultos.
Los adolescentes también pueden mostrar estos síntomas, además de mal humor, cambios en su rendimiento académico y relaciones personales, una mayor tendencia a padecer enfermedades e incluso problemas de adicción.
Recuerda que los niños aprenden por imitación, por lo que lidiarán con el enfado, el estrés y otros sentimientos complicados de la forma que tú lo hagas.
Los padres y cuidadores tienen la responsabilidad de desarrollar estrategias de gestión saludables que minimicen el efecto del estrés en los niños para que aprendan a tener un comportamiento positivo.
Una vez dicho esto, nadie es perfecto y todos pasamos por momentos estresantes que afectan a nuestro humor y comportamiento. Si esto te ocurre, es importante que seas transparente y que hables con tus hijos para que entiendan qué está pasando.
Comparte tus experiencias con tus hijos para romper el tabú y hablar abiertamente del tema con ellos. Ayúdales a ver el estrés como algo normal.
Hablar de tus propias experiencias es una forma estupenda de enseñarles que todos aprendemos con el tiempo. La perfección no existe: lo que importa es que hagamos las cosas lo mejor que sepamos y que aprendamos de nuestros errores.
Obviamente, la forma de abordar el asunto varía en función de la edad de los niños. Si son muy pequeños, explícales que no te encuentras bien y que vas a tomar varias respiraciones profundas para sentirte mejor. ¡Incluso puedes animarles a que hagan lo mismo!
Si estás lidiando con un adolescente, puedes explicarle que fuiste seco con él porque estabas abrumado y pedirle disculpas por no haber gestionado mejor tus emociones. Ambas cosas os ayudarán a mantener una conversación abierta y a desestigmatizar el asunto para poder desarrollar estrategias saludables.
Cuando hables de estrés con tus hijos en general y no por un suceso en particular, intenta saber cómo se sienten al respecto y establece un diálogo con ellos. Déjales que hablen para que no parezca que les estás dando una lección.
Puedes hacer esto con preguntas simples y directas. Por ejemplo, puedes preguntarles qué es lo que les da miedo de la situación, cómo de grave es el problema del 1 al 10, qué es lo que está en su mano para solucionarlo, etc.
Si tus hijos están sufriendo estrés, ayúdales a calmar su cuerpo antes de hablar con ellos. Esto puede lograrse con respiraciones profundas y centrando la atención en el entorno inmediato. ¡Los abrazos largos también vienen de maravilla!
Habla con ellos de cómo se sienten cuando están estresados. Puede que saquen a relucir síntomas específicos que son una clara indicación de que tienen que adquirir herramientas para tranquilizarse. Anímales a hacer cosas que les aporten calma, como respirar hondo, masajearse las orejas o darse un abrazo a sí mismos.
Si quieres saber cómo crear un ambiente en el que tus hijos se sientan seguros para hablar abiertamente contigo, ¡sigue leyendo!
Fíjate en cuáles son los momentos del día en los que tus hijos se muestran más dispuestos a hablar, ya sea en el coche o cuando se van a ir a la cama.
Así sabrán que estás receptivo y dispuesto a hablar. También les ayudará a ver que te interesas por su vida.
Organiza actividades con tus hijos (o con cada uno de ellos) una vez a la semana o al mes para que sepan que van a tener ocasión de contar con toda tu atención. Intenta ser constante y dejar a un lado el teléfono cuando estés con ellos.
Descubre qué es lo que les apasiona, ya se la música, el deporte, el arte o cualquier otra cosa. Habla del tema con ellos para crear un espacio en el que se sientan cómodos para tratar otros asuntos.
Empieza las conversaciones compartiendo tus pensamientos o hablando de un tema que esté afectando a otros niños en general. Así será más fácil sacar el asunto a relucir sin abordarles directamente con una pregunta.
Cuando tus hijos te hablen de algo que les preocupa, deja todo lo que estés haciendo y préstales la máxima atención.
Muéstrales que les escuchas y que te interesas por ellos sin entrometerte demasiado. Abordarles con preguntas y comentarios solo hará que se cierren en banda.
Esto significa escucharles incluso si lo que te están contando es incómodo o doloroso. Los niños a menudo tienen miedos irracionales, lo que puede hacer que quieras zanjar el asunto lo antes posible. No olvides ser empático; tus hijos se sentirán más cómodos hablando contigo si saben que no te vas a reír de ellos o a hacer como que sus problemas te parecen una nimiedad.
Déjales que terminen de hablar antes de responder. Para evitar cualquier malentendido, repíteles lo que te han contado para ver si lo has entendido todo bien y para que ellos vean que les has prestado atención.
Recuerda que los niños tienden a tantear el terreno contando primero una pequeña parte de la historia. Si no se sienten comprendidos o ven que les vas a regañar acto seguido, es probable que se guarden la información para sí. Escúchales con empatía y sin juzgarles.
Aunque estés triste o enfadado por lo que te han dicho, intenta controlar tus emociones. Si ven que vas a juzgarles o a ponerte a la defensiva, las probabilidades de tener una conversación fructuosa caerán en picado.
Céntrate en los sentimientos de tus hijos y no en los tuyos mientras habléis. Si un niño acude a ti con un problema, es fácil caer en el cliché de sentirte mal por él, lo que solo hará que la próxima vez se lo piense dos veces con tal de no ponerte triste.
Una de las cosas más importantes es preguntarles qué es lo que necesitan de ti. A veces nos abrimos a los demás porque necesitamos ayuda con un problema y otras porque solo queremos desahogarnos. Recibir la respuesta indeseada puede ser muy frustrante.
Fuentes: (American Psychological Association) (American Institute of Stress)
Ver también: Los secretos de Jada Pinkett Smith para educar a sus hijos
Cualquier padre que se precie quiere proteger a sus hijos del dolor y la ansiedad. Este es el motivo por el que a veces se evitan ciertos temas de conversación, lo que puede acabar haciendo más mal que bien. Una parte importante de la educación de los niños es dejarles el espacio suficiente como para que cometan errores y aprendan de ellos. De esta forma, podrán volverse más resilientes y seguros de sí mismos.
Los niños, al igual que los adultos, se enfrentan a situaciones estresantes todos los días, por no hablar del estrés que absorben de su propio entorno. Es importante ayudarles a entender que este forma parte de la vida para que aprendan a gestionarlo de forma saludable en lugar de fingir que no está ahí. Si quieres saber cómo abordar el tema con tu hijo, aquí te dejamos varios consejos. ¡Adelante!
Guía para padres: cómo tratar el estrés con tus hijos de manera saludable
¿Es mejor preparar a nuestros hijos que "protegerlos"?
ESTILO DE VIDA Paternidad
Cualquier padre que se precie quiere proteger a sus hijos del dolor y la ansiedad. Este es el motivo por el que a veces se evitan ciertos temas de conversación, lo que puede acabar haciendo más mal que bien. Una parte importante de la educación de los niños es dejarles el espacio suficiente como para que cometan errores y aprendan de ellos. De esta forma, podrán volverse más resilientes y seguros de sí mismos.
Los niños, al igual que los adultos, se enfrentan a situaciones estresantes todos los días, por no hablar del estrés que absorben de su propio entorno. Es importante ayudarles a entender que este forma parte de la vida para que aprendan a gestionarlo de forma saludable en lugar de fingir que no está ahí. Si quieres saber cómo abordar el tema con tu hijo, aquí te dejamos varios consejos. ¡Adelante!