Lucía provenía de una familia adinerada que la había comprometido con un hombre pudiente. Sin embargo, ella decidió dedicar su vida a Cristo y permanecer virgen, pero sus planes se fueron al traste cuando el hombre en cuestión la denunció a las autoridades romanas y estas la obligaron a prostituirse.
Pero cuando los hombres iban en busca de sus servicios, no podían moverla, ni siquiera con la ayuda de los bueyes. Al quedarse siempre milagrosamente en su lugar, decidieron torturarla. Primero la quemaron, pero no tuvieron éxito. Hartos, al final decidieron apuñalarla.
Sin embargo, se dice que antes de matarla decidieron sacarle los ojos, de ahí que se la suela representar con ellos en una bandeja y que sea la patrona de los ciegos.
Al igual que santa Lucía, esta virgen mártir de Sicilia también fue perseguida por los romanos. Tras rechazar a un oficial romano, la encarcelaron y torturaron.
Durante el proceso le cortaron los pechos, pero se dice que después se le apareció san Pedro, quien le curó las heridas. Después, los romanos intentaron quemarla en la hoguera, pero las llamas se apagaron gracias a un misterioso terremoto. No obstante, la cosa no acabó ahí, ya que la obligaron a rodar sobre brasas y fragmentos de roca hasta su muerte.
Por lo general se la representa con sus pechos en una bandeja. Es la patrona de las nodrizas, las pacientes de cáncer de mama y todo lo relacionado con los pechos. Curiosamente, como en algunos cuadros parece estar sujetando dos campanillas, también es la patrona de los campaneros.
Este obispo del siglo IV fue encarcelado por los romanos. San Blas es conocido por haber salvado a un niño que se estaba ahogando con una espina de pescado, lo que lo convirtió en el santo patrón de todos aquellos que sufren problemas de garganta.
Él también tuvo una muerte de lo más macabra. Primero le laceraron la piel con rastrillos de cardar y luego lo decapitaron.
Muchos apóstoles de Jesús sufrieron muertes de lo más dolorosas y san Bartolomé no fue ninguna excepción. De hecho, se dice que la suya fue de las peores.
¡Fue desollado vivo! Y por si esto fuera poco, se cree que después lo decapitaron.
San Lorenzo de Roma fue un joven discípulo del papa Sixto II. Sin embargo, cuando este fue asesinado en el siglo III, los romanos arrestaron a Lorenzo y le exigieron que les diese todos los tesoros de la Iglesia. Sin embargo, este los había repartido entre los pobres y los enfermos.
Cuando los romanos le dijeron que entregase las riquezas, Lorenzo presentó a los pobres y les dijo "aquí están los tesoros de la Iglesia". Esto hizo que se hartasen y que lo torturasen hasta la muerte.
Lo azotaron, lo quemaron con platos hirvientes y básicamente lo asaron vivo. Cuenta la leyenda que el santo tenía un gran sentido del humor, llegando a decirle a sus torturadores cosas como "Dame la vuelta, que por este lado ya estoy hecho" o "Ya estoy listo, puedes comerme". Esta es la razón por la que san Lorenzo es el patrón de los cómicos, así como de los bomberos, los chefs y los curtidores.
Puede que el martirio de san Sebastián sea el más representado en el arte. Su cuerpo atravesado por flechas es una imagen muy popular, pero parece ser que esa no fue la causa de su muerte.
Sebastián llegó a Roma para unirse al ejército. Después comenzó a convertir a los soldados al cristianismo, lo que iba en contra de lo dispuesto por el emperador Diocleciano. Como resultado, fue condenado a muerte.
A pesar de recibir el impacto de numerosas flechas, una viuda cristiana lo curó. Después, se presentó ante el emperador, quien no daba crédito. Sin embargo, de poco le sirvió, ya que Diocleciano mandó apalearlo hasta la muerte.
El exobispo fue expulsado de Brescia (Italia), por lo que acabó en Imola, donde se retiró y se convirtió en maestro. Sin embargo, cuando el emperador ordenó que toda la ciudad hiciese sacrificios en honor a un dios pagano, Casiano se negó.
Esto, claro está, le trajo problemas. Los oficiales le arrestaron y lo condenaron a muerte... A manos de sus estudiantes, quienes usaron herramientas como estiletes y navajas de hierro para acabar lentamente con él.
Cecilia es conocida por ser la santa patrona de la música. Como te habrás imaginado, también sufrió una muerte terrible. Al principio, los romanos intentaron ahogarla encerrándola en una casa de baños caliente, pero se dice que no le cayó ni una sola gota de sudor.
Después decidieron decapitarla, aunque tampoco resultó ser nada fácil. Tras tres intentos, el verdugo no pudo completar la tarea, por lo que Cecilia se quedó desangrándose durante tres días hasta que finalmente falleció.
Santa Inés fue otra joven que se negó a ceder ante un hombre poderoso (el hijo del gobernador) porque había hecho un voto de castidad ante Dios.
Como resultado, la metieron en un prostíbulo. Sin embargo, su pelo creció hasta cubrir todo su cuerpo desnudo y los hombres que la deseaban quedaron completamente ciegos.
Esto hizo que quisieran quemarla en la hoguera, pero las llamas se apartaron milagrosamente. Tras el intento fallido, decidieron apuñalarla en la garganta y cortarle la cabeza, lo que sí surtió efecto.
El padre de Bárbara, un noble pagano llamado Dióscoro, ordenó que se construyese una torre en la que encerrar a su hija hasta el matrimonio. Sin embargo, Bárbara había consagrado su vida a Dios y, por lo tanto, era virgen.
Dióscoro se fue mientras la torre estaba en construcción. Cuando volvió, vio que tenía tres ventanas (el símbolo de la Santísima Trinidad). Tras descubrir que su hija era cristiana, Dióscoro la torturó y decapitó. Sin embargo, tras este trágico suceso, le cayó un rayo.
Al igual que los otros santos de esta galería, esta virgen mártir del siglo IV también fue perseguida por los romanos. Santa Catalina de Alejandría consagró su vida a Cristo.
Catalina llegó a debatir sobre cristianismo con eruditos y filósofos, convirtiendo a unos pocos en el proceso. Por supuesto, este fue motivo más que suficiente para encarcelarla y torturarla.
Santa Catalina fue condenada a muerte en la rueda, pero esta se hizo añicos en cuando ella la tocó. Como resultado, decidieron decapitarla.
Mercurio sirvió en el ejército romano durante el siglo III. Durante una batalla se le apareció un ángel que le dijo que Dios lo conduciría hasta la victoria. Efectivamente, así fue.
Al estar en deuda con Dios, Mercurio decidió dedicar su vida a Cristo. Sin embargo, cuando el emperador Decio descubrió que era cristiano, mandó atarlo a unos pilares sobre un fuego y cortarlo con cuchillos.
Se dice que su sangre apagó el fuego y que un ángel lo curó. Por desgracia, acabó siendo decapitado.
Fuentes: (Grunge)
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