El problema no es que no haya alimentos suficientes, por supuesto. Cada año producimos fácilmente alimentos suficientes para alimentar a la población mundial. En cambio, una compleja combinación de problemas como la pobreza, los conflictos y la precariedad de los gobiernos y los sistemas sanitarios hacen que una amplia franja de la población mundial carezca de alimentos nutritivos.
Ante esta situación, dos países europeos están experimentando una posible solución a la crisis alimentaria. Haz clic en la galería para conocer este proyecto pionero.
Todos sabemos que el acceso a los alimentos es un problema mundial. Cada año se producen alimentos suficientes para alimentar a 10.000 millones de personas y, sin embargo, miles de millones de personas sufren desnutrición.
Puede que el hambre y la desnutrición en el mundo no sean un tema novedoso, pero a medida que la inflación se afianza y los precios de los alimentos suben en todo el mundo, la asequibilidad de los alimentos es una preocupación cada vez mayor.
En respuesta a la creciente crisis, colectivos de ONG, agricultores, investigadores y ciudadanos de Europa están experimentando con el concepto de "seguridad social alimentaria".
En el centro de este concepto está la idea de que todo el mundo, independientemente de sus ingresos, debe tener derecho a acceder a alimentos sanos y nutritivos.
La propuesta consiste en que cada ciudadano reciba una asignación mensual que le permita comprar alimentos que cumplan determinadas normas medioambientales y éticas.
Dos países en particular están abriendo camino en la exploración de este concepto: Francia y Bélgica.
Ambos países han propuesto un sistema según el cual cada ciudadano recibiría automáticamente una cantidad fija cada mes, por ejemplo a través de una tarjeta de ayuda alimentaria.
En cuanto al importe a percibir, se ha sugerido entre 100 y 150 euros (106-159 dólares) para los adultos, y entre 50 y 75 euros (53-8 dólares) para los niños.
Al igual que en los sistemas sanitarios universales como los de Francia y Bélgica, el subsidio personal se financiaría mediante cotizaciones proporcionales a los ingresos de cada individuo.
Con contribuciones proporcionales y una asignación fija, tales iniciativas redistribuirían la riqueza entre la población.
También puede existir la posibilidad de una mayor financiación mediante una contribución estatal, por ejemplo, aumentando los impuestos especiales sobre productos como el alcohol y el tabaco.
Otro aspecto clave de esta iniciativa es que solo puedan comprarse con la tarjeta de ayuda alimentaria productos que cumplan determinados criterios.
Estos criterios, que incluyen aspectos como la certificación ecológica y la remuneración justa de los trabajadores, pretenden contribuir a una transformación general del sistema alimentario mundial.
De hecho, aunque los alimentos ecológicos no contienen más nutrientes que sus homólogos no ecológicos, son más sanos porque nos exponen a menos pesticidas.
La agricultura ecológica también tiene un menor impacto ambiental que la tradicional y puede aumentar la biodiversidad.
Actualmente, hay dos experimentos en marcha con este concepto de seguridad social alimentaria, uno en Francia y otro en Bélgica.
En el experimento de Bruselas, que comenzó en 2022 y está financiado por el centro belga de bienestar social, los participantes de 60 hogares con bajos ingresos reciben 150 euros al mes durante un año.
Los participantes no tienen que contribuir, pero solo pueden gastar su asignación en un supermercado concreto llamado BEES Coop.
El proyecto de Montpellier (Francia) se basa más en la idea de que las personas más ricas deben contribuir más a su alimentación.
En el experimento participan 400 personas, la mitad de las cuales viven en la pobreza. Todos los participantes deben aportar una cantidad voluntaria de entre 1 y 150 euros, pero todos reciben una cantidad fija de 100 euros al mes.
Los fondos se entregan a cada participante en moneda local, que puede gastar en cinco supermercados distintos de la ciudad.
Las iniciativas de seguridad social para la alimentación, como las que están en marcha en Francia y Bélgica, han recibido críticas dispares.
Según Emma Patterson, profesora titular del Instituto Karolinska de Suecia, son una forma estupenda de hacer frente a barreras estructurales como el coste y la accesibilidad a los alimentos.
Sin embargo, si solo se permite gastar los fondos en determinados supermercados, el acceso seguirá siendo un problema.
Según Patterson, "para que tenga una gran repercusión, hay que involucrar a los supermercados normales y ponerlo a disposición de todo el mundo. De lo contrario, estarías beneficiando a gente que ya está en posición de hacer viajes adicionales a tiendas especiales".
También está la cuestión más general de que puede ser muy difícil cambiar la mentalidad de la gente. Para algunas personas es muy difícil ver la seguridad social como un escenario del que todos salimos ganando.
Los experimentos que se están llevando a cabo en Europa pueden estar logrando avances pequeños, pero están ayudando a los investigadores a responder preguntas sobre si estos sistemas serían viables a mayor escala.
Fuentes: (BBC)
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Es evidente que el problema del hambre en el mundo afecta a miles de millones de personas cada año. De hecho, la cifra de personas que pasan hambre en el planeta va en aumento.El problema no es que no haya alimentos suficientes, por supuesto. Cada año producimos fácilmente alimentos suficientes para alimentar a la población mundial. En cambio, una compleja combinación de problemas como la pobreza, los conflictos y la precariedad de los gobiernos y los sistemas sanitarios hacen que una amplia franja de la población mundial carezca de alimentos nutritivos.Ante esta situación, dos países europeos están experimentando una posible solución a la crisis alimentaria. Haz clic en la galería para conocer este proyecto pionero.