Somos animales sociales y, como tales, la comunicación es clave para nuestra supervivencia. No obstante, eso no quiere decir que sepamos transmitir lo que pensamos y sentimos de forma eficaz. Esto casi siempre se debe a que nos comunicamos con muchas personas en contextos muy diferentes.
Por ejemplo, puede que se nos dé bien comunicarnos en un contexto laboral, pero las cosas cambian cuando nos toca hablar con familiares. Encontrar las palabras adecuadas y transmitirlas de forma correcta con un tono acorde es toda una virtud. Muchos de nosotros no somos los dioses de la comunicación que aseguramos ser en nuestros currículos y es completamente normal.
Ya sea al azúcar, al alcohol, a un trabajo o a una relación tóxica, a la mayoría de nosotros nos cuesta renunciar a las cosas y dejarlas ir sin más. Si el mecanismo de la adicción no fuese tan complejo, simplemente le diríamos a nuestro cerebro que resetease el ciclo de dopamina, pero no funciona así. A veces necesitamos ayuda externa para dejar ciertas cosas, ya que hacerlo solos resulta agotador.
Y no estamos hablando de extremos. Está claro que la gran mayoría conseguimos controlar nuestras emociones, ya que de lo contrario nos volveríamos violentos cada vez que nos enfadásemos o nos echaríamos a llorar siempre que algo nos saliese mal.
Necesitamos regular nuestras emociones tanto por nosotros como por quienes nos rodean, pero eso no quiere decir que sea fácil o que siempre nos salga bien. Todos pasamos por momentos difíciles y algo tan mundano como tener un mal día en el trabajo puede influir enormemente en cómo respondemos a otras situaciones.
¿Sientes que siempre le das vueltas a todo y que te cuesta ver las cosas desde otra perspectiva? No estás solo. Nuestro cerebro y conciencia no tienen un botón de encendido y apagado, por lo que no deberías ser tan duro contigo mismo por no ser capaz de ponerle freno a tus pensamientos.
Vivimos en una sociedad gobernada por el tiempo. Esto puede ser útil en términos de organización, pero a veces nos cuesta gestionar este aspecto de la vida de forma eficaz.
Puede que el tráfico nos haga llegar tarde a una reunión o que se nos vaya el santo al cielo por una tarea especialmente absorbente. Hay muchísimas variables que afectan a nuestra puntualidad y gestión del tiempo, por lo que no siempre se trata de una cuestión de pereza o distracción.
Aunque la fotografía lleva muchos años presente en nuestras vidas, nos sigue costando posar para las fotos. ¡No todos somos modelos!
Poner límites requiere un cierto grado de coraje y conocimiento de uno mismo. Reforzarlos también exige que seamos persistentes, pacientes y resilientes.
Es fácil sentir que estamos siendo egoístas cuando ponemos o reforzamos un límite, pero es mejor que sentirse resentido por no decir nada. Aun así, a muchos nos cuesta hacerlo y acabamos por escoger el camino de menor resistencia.
Aunque nos cueste admitirlo, todos tenemos prejuicios. Por más que creamos que somos inclusivos y abiertos de mente, nuestros prejuicios nos impiden dar el 100%, aunque no seamos conscientes de ello.
El mundo nos recuerda constantemente que tenemos que tener nuestra vida bajo control, pero algunos compromisos son más difíciles de cumplir que otros. ¡Basta pensar en los propósitos de Año Nuevo!
Las distracciones están por todas partes, lo que tampoco ayuda. Lo que sí funciona, no obstante, es intentar alcanzar objetivos más pequeños, asequibles y, por lo tanto, viables.
¿Te das cuenta de esa gente capaz de dar un discurso inspirador delante de miles de personas? La mayoría no somos así. De hecho, a casi todos nos cuesta hablar con un grupo pequeño de desconocidos, por lo que nos parece impensable enfrentarnos a todo un público. Hay formas de mejorar la oratoria, pero no deja de ser algo que nos hace sentirnos expuestos y, por lo tanto, vulnerables.
Tomar decisiones nunca ha sido tan difícil como ahora. ¿Por qué? ¡Porque tenemos muchas más opciones! Aunque esto tenga su lado positivo, cuando hay que tomar decisiones no siempre facilita las cosas.
Y que la decisión sea la correcta ayuda, ¿no? ¡Ahí está el quid de la cuestión! Muchos de nosotros reconocemos que tomamos malas decisiones y es algo completamente normal. Puede que nos arrepintamos de algunas, pero casi todas pueden corregirse.
La capacidad de atención media de los humanos es de unos 8,25 segundos, así que si alguien te dice que ha estado 100% centrado en algo durante una hora o más, ¡probablemente te estará mintiendo!
Esto puede ser raro para algunos y terrorífico para otros. A la mayoría no se nos da bien ni reconocer lo que queremos y necesitamos ni expresárselo a los demás. Si este es tu caso, no seas tan duro contigo mismo. ¡No estás solo!
Gestionar los conflictos requiere habilidad, sobre todo porque nuestras emociones (y las de los demás) están en juego. A la mayoría, sin embargo, se nos da de pena. Algo tan simple como pedir perdón puede volverse increíblemente difícil. Y si además hay riesgo de violencia física, gestionar el conflicto se vuelve aún más complicado.
Mirar a alguien a los ojos mientras le aprietas la mano con firmeza requiere un cierto nivel de confianza. Lo mismo se aplica a otros aspectos del lenguaje corporal. Hay muchas situaciones en las que nos sentimos incómodos y esto se ve reflejado en nuestro cuerpo.
Todos sabemos que el estrés puede tener consecuencias nefastas para la salud, pero aún así parece imposible huir de él. El ajetreo y la falta de descanso hacen que gestionarlo sea muy complicado.
Sí, algunas personas son más pacientes que otras, pero por lo general, todos somos más impacientes que antes. La velocidad a la que todo transcurre en internet también influye. Si bien es cierto que no es bueno para nosotros, es normal que perdamos la paciencia con las cosas triviales.
La autocrítica no suele ser nuestro punto fuerte. O nos consideramos mejores que los demás o nos vamos al extremo contrario y creemos que somos lo peor de lo peor. La verdad suele estar en el punto medio, pero no se nos da bien analizarnos con objetividad.
Las relaciones son una parte muy importante de la experiencia humana, pero a muchos nos cuesta gestionarlas. Los amigos, las parejas, los padres y los compañeros de trabajo pueden ser tóxicos, de ahí que no siempre sea fácil tener todas las relaciones en orden.
Cuando alguien nos hace daño, tendemos a mantener ese recuerdo vivo. Perdonar, por lo tanto, se vuelve muy difícil. Puede que lo consigamos o puede que no. Guardar rencor nunca trae nada bueno, pero es normal que nos cueste pasar página.
La cantidad y la calidad del sueño son muy importantes, pero es más probable que encuentres antes a alguien vendiendo cafés que colchones. Casi todos dependemos de la cafeína, ya que la familia, la vida social y otros compromisos pueden llegar a robarnos las pocas horas de sueño que tenemos. No te estreses: ¡a casi todos nos pasa!
Pregúntale a cualquier amigo o familiar: seguro que al igual que tú, casi todos te dicen que querrían ser más proactivos. Entonces, ¿por qué nos cuesta tanto? ¡Puedes porque muchos llevamos una vida muy ajetreada y no siempre nos queda energía para ir un paso más allá!
Mira a tu alrededor. ¿Conoces a alguna pareja que sea 100% feliz? Esto se deba a que la mayoría no solemos acertar con nuestra pareja.
Tendemos a sentirnos atraídos por las personas que no nos convienen, como aquellas con trastornos de la personalidad del clúster B.
Fuentes: (A Conscious Rethink) (Aeon)
No te pierdas: Mejora tus habilidades interpersonales
¿Eres uno de los pocos que dominan estas habilidades?
¡No estás solo!
ESTILO DE VIDA Humanos
Por más que cueste creerlo, las personas tenemos más similitudes que diferencias. Ser humano es una experiencia maravillosa, pero todos los días nos bombardean con información sobre cómo y quiénes debemos ser. Como resultado, muchos creemos que lo que sentimos, pensamos y hacemos se sale de la norma. En muchas ocasiones, sin embargo, no es así. Hay quienes pasan por lo mismo que nosotros, por lo que puede que vaya siendo hora de quitarnos ese peso de encima. Si quieres descubrir qué cosas se nos da mal hacer a casi todos y ver si te sientes reflejado, ¡sigue leyendo!