El Aspergillus flavus, un hongo conocido por sus nocivas esporas amarillas, siempre se ha vinculado a riesgos para la salud y misterios históricos. Se volvió famoso tras su asociación con las inexplicables muertes de quienes abrieron la tumba de Tutankamón en la década de 1920. Las investigaciones posteriores apuntan a que las esporas fúngicas podrían haber tenido algo que ver. Hoy en día, los científicos están explorando un lado diferente de este moho tóxico. Los investigadores han identificado un nuevo grupo de moléculas del
Aspergillus flavus con unas potentes propiedades anticancerígenas. Estos componentes han empezado mostrar un potencial comparable al de los tratamientos contra el cáncer actuales. Esto ha abierto la puerta a terapias innovadoras derivadas de un hongo en su día considerado únicamente nocivo. Si quieres saber más al respecto, ¡haz clic para seguir leyendo!